Si hace un año me sumergí en la experiencia de obtener la licencia para patronar embarcaciones, poco después me saqué el título de piragüista, y está aún en mi debe el de buceo profesional.
El caso es que debido a mí ímpetu marítimo por una de esas casualidades de la vida un día recibo un email de un amigo de la infancia.
Este amigo avezado lobo de mar que a día de hoy alberga el máximo título de patronaje naval, es decir capitán de yate nos convocaba a una nueva experiencia.
En él decía que se acababa de comprar una embarcación y que a todo aquel compañero de clase del colegio Claret que desease quedaba invitado a navegar con él.
Le contesté diciendo que yo estaría encantadísimo de aprender a navegar y que poseía el título de P.E.R.
Ni corto ni perezoso me citó al miércoles siguiente en el Puerto Deportivo de Punta del Moral en Isla Cristina Huelva.
Yo no me lo podía creer.
Allí acudí fiel a la cita y pude comprobar que es un maestro de la vela, máxime cuando la embarcación un Ferrari de la mar de la marca Hansen se estrenaba con sus compañeros de promoción.
Una responsabilidad muy grande la de navegar con tan costosísima embarcación, aunque no tanto cuando estás en las manos de un armador de la altura de Fernandito.
Fue el inicio de una gran temporada de navegadas donde se dieron citas otros compañeros de promoción .
Aunque un día entre líneas me dejó entender que el barco es para que lo disfruten los amigos de pequeños, pues no ha de convertirse en un capricho para cualquiera, y la verdad que tiene razón, pues cada uno emplea su tiempo con la gente que quiere no con la que conoce.
Si bien es cierto que lo hice con la mejor voluntad del mundo para tener compañía con quién compartir esos momentos, porque como mi amigo que sentido tiene comprar algo sino lo puedes disfrutar con tus amigos.
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